Hablar de alcohol en nuestro país es harto complicado, sabéis porqué, pues muy simple porque hemos nacido y crecido con el alcohol, sí, sí dicho así os puede resultar exagerado, pero no lo es.
El alcohol forma parte de nuestras costumbres, de nuestra idiosincrasia, de nuestra forma de proceder, de nuestra forma de vida, vivimos mucho en la calle, somos muy sociales, el clima nos hace ser así, y por supuesto todo esto favorece el consumo.
¿Conocéis algún festejo o celebración que se realice en este nuestro país en donde NO este presente el alcohol? Pensarlo y meditarlo a ver si me podéis sugerir alguno.
No quiero parecer irreverente pero hasta en la Santa Misa hay uno que bebe.
Los de mi generación, gente talludita, crecimos con la Quina San Clemente, (vino dulce mezclado con yema de huevo) para abrirnos el apetito y así se nos quedo a algunos para siempre: abierto.
Antaño a los niños pequeños se les mojaba en anís dulce el chupete para que no lloraran, ellos aprendían y lloraban, para que se les mojara más…
Por la mañana temprano estamos en un bar al lado de nuestro trabajo, tomando nuestro desayuno, un humeante cafelito con leche, con nuestra tostadita con aceite de oliva virgen extra, oro liquido, máximo exponente de la dieta mediterránea y sus sanas costumbres, y llega un señor se coloca al lado nuestro en la barra y pide una copa de brandy y se la “sopla” del tirón, la pone en la barra y dice: “otra por favor” y de igual manera cual soplillo “pa” dentro de una vez, así hasta tres veces, abona su consumición y se marcha, lo vemos salir y montarse a los mandos de un coche e incorporarse al tráfico.
¿Nos extraña este comportamiento?, ¿Nos preocupa? ¿Lo vemos extraño?
Seguramente no repararíamos casi en ello, ya que desgraciadamente es una estampa cotidiana.
Si esto ocurre en el bar de un Aeropuerto donde estamos a punto de partir para un viaje transoceánico hacia la Patagonia del Sur Argentina y de la misma manera se acerca un señor, se “sopla” tres copazos de brandy y se marcha…
Subimos al avión y miramos hacia la cabina al entrar y vemos que el señor del bar, aquél que se bebió las tres copas, esta vestido de una forma bastante peculiar, con unos galones en las hombreras, su camisita blanca, su corbatita azul y sentado a los mandos de la aeronave.
¿Nos quedamos igual? ¿Nos preocupa? ¿Lo vemos de la misma manera que aquél otro del bar de al lado del trabajo? ¿Coinciden nuestras respuestas?
Con respecto al alcohol somos bastante hipócritas, si vemos a algún congénere, pegando “camballas”, o bandazos de lado a lado de la calle, decimos “cucha”, “mira que taja más indecente lleva ese en lo alto” pero si somos nosotros los que estamos en la misma situación, “solo llevamos un puntito” y se suele agregar: “tranqui, colega que yo controlo”.
Porque somos tan inconscientes con este factor de riesgo tan importante y que tantos accidentes de tráfico provoca, el alcohol está implicado entre el 30 y el 50% de los accidentes mortales.
Vemos un fin de semana tras otro como caen y vuelven a caer jóvenes inconscientes de lo que realmente se están jugando, lo único que realmente tenemos, lo único que poseemos de verdad, la vida y no solo se juegan la suya, si no desgraciadamente, también la de los demás.
El 42% de los conductores afirman beber y conducir.
¿Como podemos combatir esta sinrazón?, ¿Con que armas?, ¿Qué herramientas tenemos para arreglar esto?
Una muy importante: LA EDUCACIÓN , primero la educación básica esa que nos tienen que dar en casa, nuestros padres, la familia, esa que nos hace ser mejores personas, y después, EDUCACIÓN VIAL, esa que nos tiene que proporcionar, papa estado y mama administración en los colegios desde pequeños, después en el instituto, y en las facultades y así para el resto de nuestras vidas con las campañas divulgativas.
Pues esa, en este nuestro ejemplar, moderno y desarrollado país, está en pañales, y así nos luce el pelo.
Yo reflexiono y me doy cuenta por mi mismo, me he criado y he crecido con todos estos condicionantes que comentaba al principio, costumbres, idiosincrasia, forma de vida etc. ¿Por qué evito conducir cuando he bebido?,
Por educación, por esa educación que he recibido, por esa formación adquirida, por ese sentido de la responsabilidad que me han inculcado y que me hace saber que cuando conduzco un automóvil, no solo soy responsable de mi vida y de la vida de los que me acompañan, sino de la VIDA de todos los que me rodean.
Ahí debe estar nuestra lucha, con esas armas, con esas herramientas, no demonizando continuamente al conductor, haciéndole permanentemente el culpable de todo, persiguiéndole, coaccionándolo, reprimiéndolo, poniéndole por tonto: “No podemos conducir por ti”
¿Por qué no hacemos algo más positivo y permanente?,
¿PORQUÉ NO LO EDUCAMOS?
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