Cuando me hago esta reflexión, corrijo y más bien me pregunto ¿Qué pasa con la humanidad? ¿Hacia donde vamos?
Es inexplicable y muy preocupante, todas esas noticias que últimamente recibimos y con las que nos bombardean los medios de comunicación, noticias de trágicos atropellos con resultado de muertes, en los que el conductor se da a la fuga.
¿Qué puede pasar por nuestras mentes para que, cuando se acaba de atropellar a una persona, causándole un daño evidente, un impulso nos haga abandonarla a su suerte, sin saber como ha quedado, quizás con una alta posibilidad de muerte? ¿Qué nos importa la vida de la otra persona? ¿Qué entrañas hay que tener para esto? ¿Qué tipos de mecanismos se han desatado en nuestras mentes para que actuemos así?
Hace poco me entrevistaban en una radio y me preguntaban sobre esto, y es lo que me ha movido a escribir sobre ello. Le contestaba al entrevistador que se conduce como se vive, ni más ni menos, es la pura realidad, preguntémonos ¿Cómo vivimos hoy en día? ¿Cómo nos comportamos con los demás? ¿Nos importan? ¿Nos preocupan? ¿Somos solidarios? ¿Sí vemos alguna persona con un problema en el tráfico, nos detenemos para ayudarla, o quizás llevamos demasiada prisa para hacerlo? ¿Nos gustaría que los demás lo hicieran con nosotros?
Vivimos en una sociedad tremendamente competitiva, al menos es lo que nos enseñan las multinacionales, donde hay que machacar a los demás, para conseguir nosotros el éxito.
Nos comportamos en el tráfico como nos comportamos en el resto de nuestra vida, no podría ser de otra manera, si somos unos maleducados, prepotentes, que solo nos miramos el ombligo y para nosotros solo existe el yo y yo y nada más que yo.
Cuando nos sentamos al volante, no íbamos a cambiar para ser unos conductores educados y respetuosos con los demás y con las normas reglamentarias, esto no es posible.
Tengamos en cuenta además, que en el coche sacamos lo más interno y primitivo de nuestro comportamiento, algo que tenemos marcado en nuestro instinto y se podría decir que en nuestros genes. Ese instinto animal de territorialidad que llevamos grabado, es lo que nos hace pensar: mi territorio, mi coche, que nadie lo toque, que es mío, y como diría esa persona a la que llaman la princesa del pueblo, “y por mi coche mato”…
No habéis contemplado alguna vez una trifulca de tráfico promovida porque un automovilista ha osado a rozar con su espejo exterior, el espejo exterior de otro coche que circulaba paralelo o que estaba parado con su conductor dentro y se ha formado la tercera guerra mundial.
Lógico, se ha atrevido a tocarle su coche, ha invadido su territorio, es su enemigo, hay que defenderlo aunque sea a costa de la vida del otro.
Esto es lo que he observado, durante miles y miles de horas en el tráfico y millones de kilómetros recorridos circulando, después de muchos años inmerso en esta jungla de asfalto.
Me gusta observar, y sobretodo analizar el comportamiento humano, buscar explicaciones e intento dentro de mi modesto campo de actuación buscar soluciones.
Pero siempre llego a la misma conclusión: EDUCACIÓN, EDUCACIÓN, EDUCACIÓN.
Primero educación pura y dura y después de tener esa educación básica e imprescindible en un ser humano, esa que te hace ser más persona y menos animal, EDUCACIÓN VIAL.
Esa educación vial de la que tanto se habla y tan poco se hace, esa que tanta falta nos hace a todos.
Esa de la que los políticos y autoridades académicas, se aprovechan para hacerse la foto de rigor y después jamás se acuerdan, esa en la que ni los propios docentes creen., (te miran como un intruso que invades su espacio y le quitas su tiempo) con los que tengo que luchar en cada colegio, en cada Instituto.
Mientras esto llega, (algún día, algún político, algún responsable de Educación, alguien con poder de decisión, se tomara esto de la Educación Vial en serio y hará algo. Aya por el 1934, en el primer código de la circulación, que como tal, tuvimos en España, en su art. 7, decía que la educación vial sería obligatoria en los colegios, llevan 77 años pensándolo), creo que ya esta bien, ya es hora de empezar.
Pues mientras esto llega decía, comentarle a los conductores, que cualquiera de nosotros podemos tener un accidente, no tiene que ser por nuestro culpa, puede suceder incluso por imprudencia del peatón, o por miles de circunstancias, pero lo que tenemos que tener claro por encima de todo, que aparte de las consideraciones morales, humanas, solidarias, cívicas y de persona (Que ya con esto bastaría), no debemos ni podemos abandonar a un atropellado a su suerte.
Pues estamos cometiendo un delito peor y más execrable que el del propio atropello, el delito de OMISION DEL SOCORRO, que tiene peores consecuencias penales y de responsabilidad jurídica.
Por tanto aunque sea pensando solo en nosotros mismos y mirándonos, una vez más nuestro propio ombligo, aunque sea por nosotros y no por la persona atropellada, brindémosle, nuestra ayuda, no lo abandonemos y aunque solo podamos brindarle nuestro apoyo moral y acompañamiento, aunque solo podamos cogerle la mano y reconfortar a ese ser humano, eso ya es mucho y creo que puede hacernos mejores personas, HACERLO POR VOSOTROS.
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